El día glorioso comenzó a las cuatro de la madrugada. Tenía contracciones cada cinco minutos y me decía a mí misma «esto no puede ser». 

Era cinco días antes de mi fecha probable de parto. Llamé después de una hora de contracciones a Blanca. Ella me tranquilizó y me dijo de hacer vida normal hasta que algo pasara como echar el tapón, romper aguas o tener  contracciones más fuertes. Le hice caso.

Eché el tapón durante el día. Sobre las 6:00 de la tarde, empecé con las buenas contracciones. Las que cuentan. 

Llamé a Helen que estaba también de guardia ese día y me dijo que llegaría dentro de esa hora. 

Mi niño de casi dos años estaba jugando abajo con su padrino mientras mi marido y yo estábamos preparando el agua para la bañera. Mi deseo era dar a luz cuando mi niño estuviera ya acostado arriba. Así pensé que iba a estar yo más tranquila. Y así fue. Como mi niño se acostaba a las 19:00 y al eschuchar que estaba ya dormido, mi cuerpo se relajó y empezó a poner en marcha todo lo bueno. 

«Es increíble como la mente tiene mucho que ver con el parto» 

Pensé «ahora sí estoy lista» Así mi cuerpo tomó el control natural y yo lo seguía. 

Helen Llegó un poquito antes de las 19h y me miró la dilatación. Estaba a 6 cm…íba bien la cosa.

Viví dos horas de contracciones fuertes. En mi caso, tuve una hora de contracciones fuertes en las que se podía hablar: entre ellas, con Helen y entre nosotras. 

Más bien lloraba de alegría de tenerlas allí y de saber que mi niño estaba durmiendo arriba… Estaba tan agradecida y deseando conocer a mi hija. 

Utilizaba una aplicación en el móvil para medir las contracciones. La usé desde la primera pequeña “sensación” o contracción. Después de esa hora de contracciones fuertes tuve otra hora (que era la última) de las que te tumban y no puedes ni hablar entre ellas sino descansar y recuperar fuerzas para la siguiente. Esas las deseaba yo porque sabía que se acercaba el final…

Intentaba localizar con mi mente de donde venía cada contracción y como estaban empujando a la Niña hacia abajo. Yo las acompañaba con una respiración lenta y controlada. La verdad es que desde fuera no parecía que estaba de parto… 

Mi mente estaba al mando diciéndome “esto es de toda la vida… Mujeres han hecho esto sin hospitales sin matronas y ha salido bien…”

Cuando llegaron a ser muy fuertes pedí estar en la bañera. ¡Qué alivio trae el agua calentita! Pasé más o menos 1 hora en el agua. Llegó blanca justo a tiempo para el momento de empujar. Al llegar ella se puso delante de mí de rodillas al lado de la bañera y estábamos básicamente frente contra frente. 

A la hora de empujar sentí que rompí aguas en el agua. Igual que mi primer parto, rompí aguas en el mismo momento del parto. 

Esta vez fue diferente porque en este parto sabía cómo empujar y sentía las ganas de expulsar la bebé. La verdad es que es una sensación como si fueras a defecar…y madre mía! En este momento tuve que ubicar mi mente para empujar hacia abajo, pero ya no era tanto en plan defecar… No quería hemorroides. 

Controlaba la respiración bastante bien expulsando el aire en pequeños soplos controlados. Me había hinchado de vídeos de consejos en YouTube sobre la respiración y logré una técnica que funcionaba. 

A los 20 minutos sentí una sensación que “algo estaba saliendo” y al instante salió en el agua… La pusieron en mis brazos inmediatamente y escuché dos llantos… Uno de mi niña recién nacida y el otro de mi Marido que se había caído de rodillas llorando de alegría! !Que Momentazo! 

Poco después se metió mi marido en el agua conmigo y con la bebé. No paraba yo de decir que rápido que asombroso fue todo… La oxitocina me había colocado por las nubes. Helen y Blanca se abrazaron y chocaron las manos en plan ¡Olé lo de ser matronas!! 

Nos dejaron estar un ratito en el agua y luego me ayudaron a salir y estar en el sofá para que saliera la placenta y cortáramos el cordón umbilical. Lo que más me impresionó fue que no manchamos nada de sangre!

Cuando estaban en el sofá me dijeron que solo tenía que empujar un poquito e iba a salir la placenta ya que yo me quejaba un poco de sentir «presión» abajo. Sin tener que empujar mucho salió y ¡madre mía! ¡qué alivio más bueno! 

Luego, cuando dejó de latir el cordón, mi marido cortó el cordón umbilical. Todo el rato tenía mi peque encima mía haciendo el piel con piel. ¡Que Delicia! 

Como nació pesando solo dos kilos seiscientos, era como tener una muñeca en mis brazos. 

Tuve algo de puntos pero casi nada y me lo hacían en el mismo sofá con sus linternas en la cabeza como mineros de oro ja ja ja ja. Mi salón era como una cueva súper acogedora y tranquila sin muchas luces encendidas. Con mucha Paz.

Cuando ya acabaron era el momento de celebrar de nuevo así que mi marido sacó una botella de Champán y brindaron celebrando el parto exitoso y la llegada al mundo de nuestra Sofía😍. 

Sentí mucho apoyo, cariño y ánimo (verbal y no verbal) de Hellen y Blanca desde el primer momento. Mi marido esta vez observaba y podía grabar los momentos claves. 

Jamás en mi vida había pensado que iba a tomar la buena decisión de parir en casa. Ahora como tengo dos partos con buenas experiencias uno estando en el hospital y el otro en casa os puedo decir que la diferencia es de día a noche!!! 

Si tengo más hijos lo haría otra vez en casa, no hay comparación!!! 

Gracias de nuevo a esta fundación por darnos a nosotras mamis esta oportunidad única! 

El parto no es el final… Al día siguiente volvieron a verme y pesar la peque y fue la primera vez que me la tuvieron que quitar del pecho😍. 

No tuve que salir e ir al hospital o al clínico ni una vez!: Hicieron la prueba del talón aquí, en casa y luego vinieron un par de veces más a casa para verme y para comprobar qué tal evolucionaba todo…

Estamos tan agradecidos mi marido y yo que ni esta anécdota hace justicia a lo que realmente pasó… Fue una pasada y recomiendo que lo hagáis, es una experiencia inolvidable y te cambiará la vida para bien!!

¡Mucho ánimo y mucho cariño! 

April